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Yo llevé en aquella manifestación de duelo una de las cintas pendientes del féretro, representando a la Juventud Republicana, hablando también al lado de la sepultura, después de los amigos de don Mariano, manifestando que aquel acto suponía, para mí, la profunda impresión de un alto ejemplo de consecuencia ideológica, que no había de olvidar durante toda mi vida.

La ruda campaña suscitada se desbordó, derivando contra los catedráticos, compañeros y amigos del difunto que compartían ideas liberales, que poniéndose al lado de su causa no dudaron en hacer honor a sus sentimientos de compañerismo y a su profesión.52 Al lado de estos estaba yo, que, aunque no era catedrático, algo representaba en la Universidad, como ocurría con Onís.

Unos cuantos de estos catedráticos contestaban correctamente en El Adelanto, único diario que nos prestó hospitalidad al principio, a las agresiones que, a diario, se les dirigían por la prensa reaccionaria, que no nos perdonaba lo ocurrido, contestaciones que, por su contundencia y serenidad, producían la mejor impresión en la ciudad, de lo que se percataron en el Obispado, que coaccionó a la empresa del periódico bajo amenaza de excomunión para que el director, que estaba en Madrid, se reintegrara a su cargo y nos cerrara la puerta de sus columnas.


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