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El obispo hubo de instalar una imprenta muy bien dotada en el edificio del antiguo Colegio de Calatrava y fundar un periódico con el título de El Lábaro,57 más tarde cambiado por el de El Criterio, que desplegó su bandera en defensa del diocesano y de su corifeo, contra los lancetazos que le lanzaban, todos los días desde La Región, sus intransigentes enemigos de la Compañía de Jesús.

Mis «Plumazos y borrones» cultivaron esa lucha enconada entre ambos bandos, aprovechando las mal embozadas censuras dirigidas contra el prelado, al comentar sus actos y escritos en las cartas pastorales, y nuestro periódico los aludía con todo desenfado y franqueza, lo que se dice «a las claras», excitando al integrista a que las rectificase, si era capaz, contestando a La Región con el silencio que, en aquellos casos, era una aprobación de lo que decíamos al interpretar sus censuras, lo que motivaba el natural baculazo episcopal, que remataba en la suspensión del mencionado periódico católico, a la que «humildemente» había de someterse, pero continuando la publicación, apareciendo con otro título, sosteniendo la misma irreverente campaña, repitiéndose esta escena por siete veces, que luego contestaba Asensio diciendo que le había suspendido tres toros con un sobrero. En una de las últimas cartas pastorales dio el golpe de gracia a las sangrientas burlas del periodismo integrista local, publicando en el Boletín Eclesiástico la condenación, no solo al periódico, sino a cuanto escribieran don Enrique Gil y Robles y don Manuel Sánchez Asensio, aun sin firmarlo, por creerlo perjudicial para las almas católicas.


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