Читать книгу Mis memorias онлайн
172 страница из 217
Cada día en que, a primera hora de la tarde, nos reuníamos en la redacción, leía su artículo de fondo para el día siguiente el redactor de turno, que se sancionaba con risas y aplausos, sobre todo cuando el veterano periodista Jerónimo Vida leía el suyo, lleno de gracia andaluza. A mí me encomendaron la sección titulada «Plumazos y borrones», en la que, algunas veces, colaboraba Onís, de verdadera y encarnizada lucha diaria contra los lebreles y gozquecillos clericales que dominaban la prensa capitalina. Mi columna llegó a ser tan popular que mucha gente esperaba la salida del periódico para saborear mis lanzadas contra los diarios y personajes agresores que figuraban en el campo de enfrente, como los catedráticos de la Facultad de Derecho, los señores don Enrique Gil Robles, padre del «jefazo» de la CEDA, don Nicasio Sánchez, pariente lejano mío, a quien mi abuelo protegió familiarmente, y el decano de Filosofía y Letras, don Santiago Sebastián Martínez, hombres todos de la más intransigente derechista.