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La expectación que había despertado la lucha, por los incidentes y el cariz que estos tomaban, motivó que La Libertad acordase enviar un corresponsal de su seno y hube de encargarme, yo, por ser el más joven, de aquella poco agradable misión, cuyos peligros eran evidentes dado como estaban los ánimos.

En el tren me encontré con un compañero, Eustasio García Laserna, redactor de El Adelanto, que llevaba la misma misión que yo, pero durante el viaje, cuando el revisor vino a controlarnos los billetes, le pregunté si podría, al día siguiente a su retorno a Salamanca en el tren de la madrugada, llevar una carta mía a la redacción de La Libertad, ofreciéndoseme para ello, y para demostrarme su fidelidad con que hacia esos encargos nos dijo:

–Ya ven ustedes, hace ocho días, llevé ocho mil pesetas a Martínez Veira, de parte de don Luis Sánchez Arjona, la última vez que le llevé dinero.

Laserna y yo nos intercambiamos una mirada muy significativa, porque La Concordia hacía en Salamanca la campaña electoral a favor del generoso candidato, sin tener en cuenta el color pasado republicano de su foliculario.


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