Читать книгу Doble crimen en Finisterre онлайн

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La joven guardia se acercó. Souto la cogió del brazo y la alejó de la puerta para que la asistenta no los oyera.

—¡Un desastre! —le dijo—. Las dos mujeres muertas con disparos en la cabeza y la casa patas arriba. Avisa al juzgado. Luego llama a Orjales y dile que traiga a Rubiales para que se lleve a su hermana. Que venga alguien más para montar guardia mientras llegan la jueza y toda la tropa.

—A la orden, cabo. ¿Llamo a Investigación? —Verónica Lago habló en un tono formal distinto al suyo habitual porque apreció en el rostro del cabo Souto una seriedad, incluso una tristeza, que no daban pie a ningún tipo de ligereza.

—No. Ya he hablado con la comandancia y se ocupan ellos. Echa un vistazo si quieres, pero ten cuidado donde pisas. Voy a hablar con Manuela.

Souto salió de la cocina. Se acercó al coche y le hizo un gesto a Taboada, que estaba apoyado en la portezuela hablando con Manuela, para que los dejara solos. La mujer estaba muy pálida, pero no había montado ninguna escena.

—Venga; siéntese aquí dentro. —Entraron en el coche—. Ya le ha dicho Aurelio, ¿no? Han matado a las dos señoras. No sufrieron. Todo debió de ser muy rápido. Seguramente Rosalía oyó ruidos y se levantó a ver qué pasaba. Es una desgracia y ya no podemos hacer nada por ellas. Pero cogeremos al asesino, de eso puede estar segura. Ahora vendrá su hermano a buscarla y la llevará a casa. Cálmese y descanse; ya hablaremos más tarde, ¿de acuerdo?

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