Читать книгу Doble crimen en Finisterre онлайн

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—Claro.

—Un asesinato no puede ser simulado. Un robo, sí.

—¿Qué quiere decir, cabo?

—Que se puede simular un robo para asesinar a alguien y despistar a los investigadores. Pero no se puede simular un asesinato para robar. Matar a alguien no admite ninguna simulación. ¿No te parece?

La agente Lago no respondió. Le habría gustado decirle algo como: «Lo entiendo, cabo Holmes», pero no tenía tanta confianza con él como Taboada u Orjales, que lo conocían desde hacía años, y no se atrevió. Lo miró con admiración y guardó silencio. El cabo Souto la observaba a su vez complacido por su discreción. Le hacía gracia su coleta rubia, que surgía de la gorra como una cascada dorada sobre el verde oliva del uniforme. Querría haberle dicho algo agradable, pero se guardó mucho de hacerlo porque su seriedad prevalecía sobre cualquier ocurrencia más o menos inconveniente. No era momento para bromas y, por otra parte, al cabo Souto ya empezaba a salirle humo del cerebro solo con imaginar las diversas posibilidades que podían explicar lo ocurrido hacía apenas unas horas en aquel lujoso chalé apartado de las casas y con una bonita vista sobre la ría, teñida de gris en aquella mañana lluviosa y que las dos mujeres muertas ya no volverían a ver nunca más.

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