Читать книгу Doble crimen en Finisterre онлайн

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La mujer contestó con un puchero. El cabo Souto la dejó con Taboada y volvió a entrar en la casa. La agente Lago estaba en el salón.

—¿Subiste a los dormitorios? —Souto la tuteaba desde hacía poco, pero ella, que era nueva y casi veinte años más joven, no se atrevía a hacerlo.

—¡Qué horror! No entiendo por qué tendrían que matarlas.

—Ha sido uno solo. Las pisadas son de una sola persona. Es probable que Rosalía se lo encontrara de frente.

—¿Cree que el ladrón las mató porque ella lo reconoció?

—Aún no sabemos si fue un ladrón. No hay que fiarse de las apariencias, Vero. Me cuesta creer que haya en Cee o en Corcubión ladrones capaces de hacer algo así. Cuando tengamos los resultados de las autopsias y los informes de Investigación, empezaremos a plantearnos todas las hipótesis posibles. Tu pregunta sería más fácil de responder si se tratara de terroristas, que son esencialmente cobardes. Un ladrón profesional no actúa así. Si se ve descubierto por una mujer indefensa, lo normal es que la ate, la amordace y la encierre en una habitación o en un armario. No se arriesga a que le caigan treinta años por un asesinato que no le aporta ningún beneficio.

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