Читать книгу El tesoro oculto de los Austrias онлайн
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El monarca como siempre que se reunía con su amante describió con todo lujo de detalles los últimos avances relativos a las obras del monasterio. Representando su papel como siempre, Isabel escuchó el relato totalmente cautivada por el mismo. Esta vez además, se sentía más feliz aun por encontrar nuevamente a un Felipe II entusiasmado con su obra, lo cual no sucedía desde la muerte de Juan Bautista de Toledo. Por ese motivo, y teniendo en cuenta que estaba urgida por aflojarse el corsé, en ese mismo instante decidió que era el momento idóneo para avanzar con su plan y no dudó en aprovecharlo.
– Majestad, por favor entrad en la que es vuestra casa, que yo también quiero comunicaros algo – dijo Isabel sin dejar traslucir nada de lo que pensaba decir a continuación.
Seguidamente, subieron a los aposentos del primer piso e Isabel condujo a Felipe II directamente a la estancia donde hacía pocas semanas, habían hecho el amor por última vez.
– Y bien Isabel – dijo el rey suponiendo que si estaban en esa estancia no podía ser más que para un encuentro sexual -, qué es eso tan importante que tenéis que comunicarme.