Читать книгу ¿Quién se acuerda de Marguerite Duras? онлайн

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—¿Sabés manejar vos? —me soltó Antonito, al cabo de un par de minutos de reflexión.

—Manejo desde los quince años —dije, sin cuestionarme demasiado el tenor de la pregunta.

—Contestá lo que se te preguntó —dijo el que me encañonaba.

Dudé un segundo porque ahora no sabía cómo responder sin que me malinterpretaran. Vino en mi auxilio Antonito:

—¿Sabés, sí o no?

—Sí —dije, lacónico.

—¿Estás seguro, Tony? —tanteó el de la cicatriz.

—No es por nada —le dijo Tony, que en realidad era Antonito, el que al principio portaba un turbante—. Pero tu amigo Insfrán, si te he visto, no me acuerdo.

—Raro en Insfrán —dijo el que me encañonaba—. El quía está con la condicional. Mientras no se haya mandado ninguna macana…

—¿Usted qué opina, nona? —preguntó Tony.

—No me gusta —dijo la vieja—. Pero se conoce que a ese dichoso Insfrán algo debe haberle pasado.

—Guardá —ordenó Tony al que me apuntaba. Y a mí—: Parece que estás de liga, pajarito. Si te portás bien, esta noche podés ganarte más de lo que juntás vendiendo inciensos en cinco años. Pero, si la llegás a cagar, te vamos a dejar el cráneo como un colador. ¿Te cabe?

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