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⚝⚝⚝

Tengo la manía de configurarle vidas a la gente. Y, no teniendo nada mejor que hacer, a eso me dediqué durante todo aquel verano. Mientras Clarita oscilaba dentro de mi campo visual, le imaginaba una vida al vendedor de pochoclos, a la chica de los globos, al del puesto de panchos. Especulaba acerca de los barrios donde vivirían, los hábitos culinarios, las rencillas familiares. Con algunos cruzaba un saludo, dos palabras meteorológicas, alguna convención respecto del desarrollo madurativo de Clarita. Y, de todos ellos, con el paso de los días, a quien más empecé a frecuentar fue a la chica de los globos. A los que sufren algún retraso mental es difícil calcularles la edad, pero arriesgaría que andaría entre los veinticinco y los treinta años. Tenía dos paletas enormes, que exhibía a modo de sonrisa, y su atuendo consistía en un saquito de lana y una pollera hasta los tobillos cualquiera fuese la temperatura ambiente. Y me buscaba para saludarme. Para ahorrarme el sobresalto, ni bien llegaba al sector de los juegos, el que empezó a buscarla para darle las buenas tardes fui yo. Así habremos estado todo el verano y hasta bien entrado el otoño. De a poco, al saludo empezó a sucederle algún comentario acerca de la marcha del negocio. Ella se quejaba, decía que estaba en la lona, que, con lo que vendía, a duras penas le alcanzaba para reponer mercadería. Entonces, fui deslizando una que otra sugerencia y vi que me escuchaba, me prestaba atención. No había hecho otra cosa en mi vida que vender en la calle, conocía el paño. Lo que ella ofrecía no eran exactamente globos. Se trataba de figuras infladas con gas, pero un poco más estructuradas que un globo común y corriente: avioncitos, osos o platos voladores, hechos de un material más rígido que la goma, con brillos cromados o dorados. Demasiado, para una madre de Caballito que saca a ventilar un rato a su prole. Como quien no quiere la cosa, la fui persuadiendo de que incorporara, al atado que flotaba sobre su cabeza, alguna chuchería más barata o, si estaba dispuesta a jugarse a un cambio radical, que probara en la zona de Recoleta. Jamás puso en práctica ninguna de mis sugerencias.

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