Читать книгу Esther, una mujer chilena онлайн
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Faltaban algunos años para que los sóviets irrumpieran en Ucrania. Todavía la capital del imperio era zarista, pero el aire ya empezaba a teñirse de rojo. Eso decía el abuelo, que le gustaba vincular su historia con la gran historia de la revolución rusa. También le gustaba sentir que provenía de un país avanzado y que pertenecía a un pueblo que había marcado la historia de la humanidad. En esa época, en Chile, todavía era impensable soñar con arrebatarles el poder a los señores de levita y sombrero de copa. Cuando llegaron a Santiago, acababa de ser elegido Presidente de la República el señor Pedro Montt, hijo de Manuel Montt, tristemente recordado por la matanza en la Escuela Santa María, en Iquique, el 21 de diciembre de 1907, donde asesinaron a miles de mineros y a sus familiares simplemente porque estaban en huelga.
En Rusia también habían matado a huelguistas en 1905, pero según el abuelo la situación no era comparable. En ambos lugares había sido una masacre salvaje, pero no era lo mismo. Nunca nada es lo mismo cuando sucede en Europa.