Читать книгу Esther, una mujer chilena онлайн

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Javiera Zamora; así se llamaba la profesora de Historia. Qué será de ella. Ya debe estar muerta. Tenía por lo menos veinte años más que nosotras. La acusaron de hacer proselitismo a favor del Frente Popular. Sí era partidaria de Pedro Aguirre Cerda, pero lo criticaba con la misma vehemencia que aplaudía algunas de sus políticas; en particular cuando se refería a las medidas represivas con que enfrentaba las protestas sociales. Siento respeto por el presidente Aguirre Cerda, pero no ha derogado la Ley de Seguridad Interior del Estado, y los campesinos todavía no tienen derecho a sindicalizarse. ¿Saben ustedes que la ley prevé la evicción de sus hogares y de las tierras concesionadas a los inquilinos que se declaren en huelga?

La directora del liceo amenazó con expulsarla si persistía en esas prácticas inapropiadas para niñas menores de edad. Juntamos firmas en apoyo a su permanencia en el liceo. Fue mi primera experiencia de activismo político. Con Alicia y María Eugenia estuvimos todo un fin de semana redactando la carta, corrigiéndola a partir de los comentarios de algunos adultos, como mi padre y la madre de Alicia; luego recorrimos el barrio tocando a la puerta de las compañeras que nos parecían más proclives a apoyar la causa. Lo primero que nos llamó la atención fue que las mujeres no se atrevían a firmar sin el consentimiento de sus maridos. Vuelvan más tarde que está durmiendo siesta. Esas cosas más políticas las ve él. Otros nos sermoneaban antes de firmar o rechazar la petición, como si el problema no fuese la permanencia de la profesora en el liceo, sino la acción política que estábamos realizando tres muchachas adolescentes. Finalmente conseguimos tan pocas firmas que no entregamos la carta.

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