Читать книгу Esther, una mujer chilena онлайн

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Entretanto, Pedro Aguirre Cerda impulsaba la cultura como una forma novedosa de aprovechar las horas libres, que no eran muchas para las mujeres pobres y que los hombres preferían consagrar al descanso, una actividad directamente relacionada con la chicha o el navegado, precisamente lo que pretendía combatir el Presidente con la creación de los Centros de Esparcimiento y Moralización, destinados a exhibir películas y organizar actividades deportivas y de lectura.

Yo prefería las fondas y las kermeses. Tenía dos amigas en el colegio con quienes asistía a las kermeses, a menudo con el uniforme escolar, porque íbamos directamente al salir de clases. Solo los sábados o domingos nos presentábamos con faldas de colores y zapatos de tacón grueso. Comíamos mote con huesillos y mirábamos de reojo a los muchachos que cruzaban entre los puestos de comida, los juegos de destreza, el tiro al blanco, el lanzamiento de herraduras, los sorteos y otras diversiones de la época. Las fondas eran al aire libre, entre los árboles, generalmente en los parques, pero a veces en las plazas o en una calle que cerraba al paso de los carretones. El ambiente era familiar: se comían ricas empanadas, torta de milhojas y de lúcuma, dulces chilenos, berlines, empolvados y en invierno calzones rotos y sopaipillas.

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